domingo, 14 de noviembre de 2010

Berlanga o el cine o el fetichismo o la falla perpetua de esta España Extraña. Y Carlos Edmundo de Ory.

   Qué difícil era tener humor, cine y fetichismo en aquella España Cuartel. Ahora es fácil apuntarse al muerto, presentarlo como el más grande de nuestros cineastas -junto a Buñuel; otro fetichista, qué casualidad-, oír a los políticos y mediáticos apuntarse a un hombre y a unas ideas que no sienten para nada. España Extraña.

   Pero Berlanga era un señor divertido y directo que cogía El Jardín de las Delicias del Bosco, una falla indultada, dos tricornios, una charla en el Café Gijón, una hermosa y bien dotada mujer, un funcionario gris y babosillo, una muñeca follable, un pueblo castellano reconvertido en Andalucía acartonada, un verdugo ocasional, un marqués coleccionista de púbicos pelos, una fila de pobres desesperanzados, una hilera de señoritos y señoritas del quiero y no puedo, un montón de fetichismo y nos regalaba un cine alegre y crítico sin reprimenda. 

     Berlanga nos ha dejado muchas películas para entender, en clave de sonrisa ácida, qué coño es esta España Extraña de los cojones.

     Poca moral y mucho cachondeo, que no es poco. Gracias, Luis.

     Ayer Ponce llegó triste a Metol4. En cierta manera, se le había muerto el padre, nuestro padre. Podéis comprender el duelo leyendo en su blog (http://josemariaponce.blogspot.com/)  el artículo Uno de los nuestros.

    Y hace unos días también se fue el cuerpo, que no la poesía, de Carlos Edmundo de Ory, otro padre pionero, como Luis García Berlanga. Otro raro. Otro regalo para los que, a contracorriente, seguimos nadando en los mares grises de esta Extraña España.


Fotograma de Tamaño natural (1973),
película fundamental de Luis García Berlanga



                             Carlos Edmundo de Ory


                                     
                                                   BENDITOS  SEÁIS,
                                                   LUIS   y  CARLOS.

                                              Metol4  os recuerda de
                                                   cuerpo y alma


  

2 comentarios:

  1. Yo conocí a Carlos Edmundo de Ory a mis 19 añitos en las cenas literarias que organizaba la poetisa argentina Etelvina Astrada en su ático de la calle Goya. El marido de Etelvina por entonces, el pintor Oswaldo Gomáriz, veinte años más joven que ella, era un perfecto gilipollas, pero cocinaba como Dios, y las cuchipandas en la enorme terraza del ático bajo el cielo de Madrid eran como para no perdérselas.

    Carlos Edmundo era un asiduo, como lo eran Rafael Alberti y su séquito de groupies, Gabriel Celaya y Amparitxu (quien ante mi estupefacción, el primer día que la ví entró por la puerta, cruzó el salón a la carrera y se me colgó del cuello al grito de "Dejadme que bese a los jóvenes", tiempos aquéllos), Gloria Fuertes y Rosa Chacel...Julio Cortázar llegó a pasar por allí, así como Ernesto Guevara padre y muchos otros en aquel Madrid de los milagros de los primeros ochenta.

    Yo salía con la hija de Etelvina, Maria Eugenia, quien vivía en el dolor por la desaparición de sus hermanos, un exilio durísimo y un delicado estado de salud. Ella adoraba a Carlos Edmundo, que era como un tío lunático y bonachón con quien nunca se le apagaba a uno la sonrisa.

    Cada vez quedamos menos.

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  2. Bonitos tiempos aquellos.
    A la mayoría de los mencionados, los conocí y algunos los traté en la Tertulia de mi padre, y podría contar alguna anécdota. Pero no es ni el lugar ni el momento ni la ocasión. Amparichu era así de expansiva. También se me echó al cuello y alabó en mí esa circunstancia pasajera llamada juventud.

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