miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL HOMBRE COMPRIMIDO

         Prosas Rabiosas I:  "El hombre comprimido"


Queridos lectores/as de este neoblog:
   Inauguro hoy la sección literaria por cuenta propia, rescatando algunos textos que andan por ahí arrinconados en carpetas del ordenata y en estanterías con montoneras de papeles amarillentos.


Las fotos que adjunto en este neoblog han sido captadas por el que esto escribe






                                          Prosas Rabiosas



                        EL  HOMBRE  COMPRIMIDO

   El hombre comprimido vive de su miedo, come y bebe de su miedo, y sueña con su miedo para no despertarse. No es nadie ni se parece a los héroes soñados.
   Una tarde se le borró la memoria. ¿Era él? Se vio lejano, borroso, como un niño sin perro, como el niño que no escucha hablar a las estatuas.
   Hacía frío y nadie cantaba. Se habían llevado hasta las calles y la carne de los héroes hervía en un agujero.
   Por más que lo intenta, no puede despertarse.
   El hombre comprimido nunca dirá su nombre. No lo tiene, no lo siente y no debe despertarse.
   Sabe que la muerte no recuerda y hasta da risa en el vértigo. Sabe que también existe la desmemoria del antes de nacer. Pero ni siquiera eso le interesa. Prefiere dormir e imaginar que podría haber existido, como el niño antes de ser niño.
   El hombre comprimido tiene una cartera con las fotos de sus hijos, varios carnés, algunas propiedades y un divorcio.
   Antes del sueño todo fue distinto. Hoy no conviene leer el periódico. Las noticias hablan de nosotros. Es preferible comprarse unas vacaciones dentro del cubo de la basura de Dios, en una playa de turistas feos. Tal vez quedarse dormido en arena sin recuerdos, bajo un sol de noviembre, deseando no haber vivido.
   El hombre comprimido, según los últimos sondeos, ha cambiado el corazón por un todoterreno, por una corbata estúpida, por un romance de plástico, por ese deseo profundo de saberse rentable como Letra del Tesoro.
   Este hombre comprimido ve pasar los años y no le queda más remedio que tomarse unas sales de frutas e irse al Rastro a venderlo todo para comprarse una cámara de vídeo-vigilancia y una morena de buenas tetas y gruesos labios que, de pronto, comenzará a parecerse demasiado a la vecina que vive maritalmente con dos perros.
   Y un día, llegará a casa y no tendrá ni fútbol ni muebles. Hasta Dios se habrá ido a jugar al golf consigo mismo. Como de costumbre.
  El hombre comprimido ni siquiera es pobre de espíritu. Sólo duerme y se consuela dentro de una película en blanco y rojo.
   Este hombre comprimido ya no tiene ni una fotografía que lo identifique. Por eso, tal vez, se desconoce. Tampoco disfruta de su película, pues ayer se le rompió su pequeña cámara de vídeo-vigilancia y casi todos los deseos viajaron por el desagüe. En el último afeitado. En el último sueño.

                                                                           Rafael César Montesinos escribió(1)


(1) Cuando deambulo por la literatura, firmo de este modo. Y cuando salto entre las fotos, estampo como firma  "Rafa Montesinos". Disculpen esta bifrontalidad.


  

  


  

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