Hay blogs que suceden sin más, que nacen como impulso, como intención, como deseo de que la vida sea de otra manera, bella, ordenada, pura o impura, como deseo clavado desde hace demasiado tiempo.
Hay blogs como catálago desordenado de cosas inútiles y necesarias: zapatos, tuercas, ropa infantil, mujeres perdidas, libros que jamás serán leídos, caras de gentes que no han vivido, negocios turbios, medicinas inútiles, besos que nos gustaría sentir, oposiciones a trabajos imprecisos, comida saludable e insípida, viajes a países de bonitas fotografías, amantes de palabra e imagen difusa, armas para salir de caza y asesinar a unas pobres perdices, aumento de pecho y pene, curas de adelgazamiento, métodos para dejar de fumar y volver a hacerlo con más ganas, fotos guarras y tristes, museos cursis y perdidos en una esquina de una ciudad que jamás visitaremos.
Hay blogs tan extraños como nosotros, en los que sus autores expresan cualidades que no tienen.
Hay blogs abandonados, no operativos, que muestran el cadáver del deseo pudriéndose en magapílxeles.
Hay blogs como esta mañana, en la que hace frío y apetece muy poco salir a la calle y navegar por una vida que, como los blogs, tal vez no existe.
Aunque aquí estamos y hay blogs.
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