Queridos/as visitantes de este blog:
Aquí tenéis la conferencia íntegra de nuestra querida poeta y escritora Juana Vázquez.
Tras su exposición hubo un interesante y algo acalorado debate, pues el tema daba para ello. Esperamos que disfruten y se instruyan con su lectura.
ATENEO DE MADRID
Agrupación de Retórica y Elocuencia
Viernes 14 de enero de 2011 a las 20:00 horas
Salón Ciudad de Úbeda (4ª Planta)
Calle Prado, 21
Ciclo de debates Pan y Circo
Sesión Segunda. Defensa de la idea:
“Mujer, reina de lo privado, vasalla de lo público”
Por
Juana Vázquez Marín
Presenta: Aarón García Peña
Presidente de la Agrupación de Retórica y Elocuencia
Juana Vázquez
El jurado ante el sacrosanto texto del "Quijote"
LA MUJER
REINA DE LO PRIVADO
Y
VASALLA DE LO PÚBLICO
(Texto íntegro)
Empecemos…. En primer lugar decir que el título: “La mujer reina de lo privado y vasalla de lo público” ya resume la conferencia, exposición idea o debate. Otra cosa, antes de empezar el núcleo de mi exposición, quiero adelantar que esta situación de reina y vasalla, etc. en la actualidad se está desmoronando, pero no adelantemos acontecimientos. Y tercero que me voy a centrar mucho en el siglo XVIII que es cuando comenzó a debatirse este tema. Centrándolo en la educación, que en definitiva, pasada la prehistoria, fue la que hizo que se consolidaran esos dos espacios.
En fin eso del rol del espacio público y del espacio privado está ahí desde hace milenios…Las causas múltiples…. Pero a mi parecer la cosa empezó por las diferencias biológicas: Oye parienta, si yo soy más fuerte que tú y encima tú estás con la barriga que no puedes moverte, o dando la leche a nuestras criaturitas, tú te quedas en casa y ya salgo yo a ingeniármelas para poder mantener el hogar. Y la parienta se quedó porque así lo determinaba biología, y el hombre salió y peleó con los animales por comer y con otros de su especie para delimitar su territorio, y ganó el más fuerte.
Pero con el paso del tiempo, milenios y milenios, con breves espacios en que la mujer, sobre todo la noble ha gozado de más libertad- recordemos Grecia y algo menos Roma- llega la cultura judeo-cristiana, y ahí la fastidiamos amigo. Ahí la mujer se transformó en carne de pecadora-algo de lo que estaba exenta en el periodo clásico- por lo cual vestida desde la punta del pie, hasta el velo en la cabeza al entrar en espacios sagrados, para no manchar la vista del hombre- se le da un empujón más grande y le cierran mucho más la puerta de la calle, puerta que Grecia y Roma había abierto tímidamente.. En definitiva, tiene que volverse sumisa, obediente, y encerrada en casa, con la pata quebrada y dedicada a sus labores de cuidadora del hogar. Y si salía algo casquivana iba a otro espacio privado: el convento. En esta tesitura se fue haciendo la dueña, de puertas para dentro, puesto que para el hombre este reparto de roles era idílico. Salía a quemar su testosteronas en las lides del poder, y cuando llegaba a casa tenía el descanso del guerrero, todo relucía, la comida estaba caliente y los hijos controlados.
Y no se pensaba ni por un momento que la mujer debía tener acceso a la cultura, no le valía para nada el conocimiento, y si alguna sacaba la pata del tiesto se la denominaba peyorativamente, la bachillera, la cursi… y en definitiva, alguien a quien no le valía para nada su conocimiento fuera de las cuatro paredes de su casa.
En el siglo XVIII, siglo de la razón los ilustrados comienzan a pensar en solucionar estos problemas de diferencias injustas entre la mujer y el hombre.
Hasta entonces, la mujer recibía una enseñanza basada en su oficio de hembra, que era el de cuidadora del hogar y el de paridora. Su educación , impartida por mujeres sin ninguna titulación, se basaba, principalmente, en aprender a leer, escribir y en “algo de cuentas”, pero sobre todo en las labores propias del hogar como eran coser, zurzir, y bordar.
Con estos conocimientos atendían a las labores cotidianas de la casa y se preparaban para poder confeccionarse su ajuar de novia. Esto era todo lo que se esperaba del corto conocimiento de la mujer a través de siglos y siglos, pues el espacio donde se tenía que mover era la cocina y el resto de la casa, el espacio privado. El mundo fuera del umbral-el espacio público-, ya no le pertenecía.
En el primer cuarto del siglo XVIII, comienza la opinión pública a tomar cartas en el asunto y a cuestionarse esta educación deficitaria de la mujer.
Un fraile muy famoso, el padre Feijoo, publica una serie de volúmenes , bajo el título de Teatro Crítico Universal, 1726-39. En un párrafo de uno de estos libros se defiende la igualdad del entendimiento de hombres y mujeres. Pues casi todos los hombres lo ponían en duda. Dice así:
“Estos discursos contra las mujeres son de hombres superficiales. Ven que , por lo común no saben sino aquellos oficios caseros a que están destinadas y de aquí infieren que no son capaces de otra cosa. El más corto lógico sabe que de la carencia del acto a la carencia de la potencia no vale la ilación; y así de que las mujeres no sepan más, no se infiere que no tengan talento para más. Nadie sabe más que aquella facultad que estudia, sin que de ahí se pueda colegir, sino bárbaramente, que la habilidad no se extiende a más que la explicación”.
Mas adelante añade:
“Aquellos que ponen tan abajo el entendimiento de las mujeres que casi las dejan en puro instinto son indignos de admitirse a la disputa. Tales son los que asienten que a lo más que puede subir la capacidad de una mujer es a gobernar un gallinero.
Tal, aquel prelado, en su Carta guía de casados, que decía que la mujer que más sabe es ordenar un arca de ropa blanca. Sea norabuena y respetables por otros títulos los que profieren semejantes sentencias, no lo serán por estos dichos, pues la mejor benigna interpretación que admiten es la de recibirse como hipérboles chistosas….”
Estas publicaciones del padre Feijoo armaron un gran revuelo y se comenzaron a publicar decenas de decenas de folletos que se adscribían a estas ideas o las rechazaban, por supuesto el noventa y nueve por ciento estaban en contra del padre Feijoo. Pero ya algunos ilustrados las apoyaban.
Como ejemplo de los libros que se oponían a lo que decía el famoso fraile, nos puede servir un folleto titulado: Contra el Teatro Crítico Universal del padre Feijoo, de un escritor anónimo. En él se representa la celebración de una reunión de féminas, y el autor por boca de una de ellas dice así:
“Declaramos que los autores juiciosos y literatos, reprueben el uso de las letras a las mujeres por las muchas desgracias y deshonras que se han seguido por haberse entregado al estudio de las ciencias, y consiguientemente, disputado con los hombres; y que no puede contrapesar la vana ostentación de ser literatas , a los riesgos a que exponen el honor”.
Finalmente señalan:
“Aconsejamos que se puedan instruir en algunos puntos generales de que puedan sacar utilidad para su alma y conservación de sus familias…En definitiva, declaramos al hombre por cabeza y superior a la mujer, y mandamos a todas las casadas que presten y den la obediencia debida a sus maridos, y ciegamente les obedezcan en todo menos en materia de fe, no disputándoles la superioridad”.
Al final el autor para justificar su idea de que las mujeres no estudien, saca en conclusión, que las féminas viven muy bien, en su ·espacio privado”, metidas en sus lujos y diversiones y que no se deben complicar la vida en “el espacio público”.
En defensa del padre Feijoo, se encuentra otro libro titulado : Teatro crítico universal para destierro de errores universales, publicado en 1734, por un tal Antonio Alberto Soler. En él pretende demostrar que la mujer que termina en prostituta o llega a extremos de desconocimientos que son fundamentales para la vida, es porque la ignorancia y la miseria la abocan hacia ello. Por eso propone un trabajo igualatorio para los dos sexos. Así dice:
“Denles oficios, fórmenlas soldados, háganlas gobernadoras y verán a donde va a parar el romerismo, y su marginación…”
La polémica desatada acerca de lo limitado o no limitado del conocimiento de la mujer, y como tal su educación igualitaria o no, generó en la sociedad un debate durante muchos años. Dentro de este contexto se encuentra la sorprendente declaración de Campomanes, ministro de Carlos III, que decía así: “La mujer tiene el mismo uso de razón que el hombre. Solo el descuido que padece en su enseñanzaza, la diferencia, sin culpa de ella”
Estas palabras agudizarán el debate social, acerca de si la educación de la mujer debería ser igual o no a la del hombre. Pero, en definitiva, parece que todo se quedó en declaraciones y en proyectos frustrados. Pues aunque en las escuelas patrióticas no se diferenciaban los sexos, lo cierto es que la educación que recibieron las mujeres era de carácter exclusivamente femenino, aprendían a coser, a bordar, etc., y sólo si lo pedían se les enseñaba a leer y a escribir.
Este ambiente de cerrazón hacia la educación femenina igualitaria lo muestra muy bien un folleto de un tal Bernardo Lago, publicado en 1787, titulado Monitorio en verso para solteros, que resume en una coplilla la opinión que le merecía la fémina que aspiraba a formarse intelectualmente. Así escribe:
“La que en los libros repara
y se precia de doctora,
esa es la que más ignora
el gobierno de una casa;
esta los límites pasa
que prescribe su deber,
más dígame una mujer
si con su ciencia esta grave
de qué sirve cuanto sabe
si no sirve su deber…”
Al final concluye de esta manera:
“Todo es tiempo mal gastado
en que sus discursos trueca
y olvida los de la rueca
que es donde luce el hilado”.
A pesar de estas manifestaciones, las ideas ilustradas no habían germinado en vano, y aunque de forma minoritaria y lenta, fueron recogidas por algunos sectores de la sociedad decimonónica.
Este avance lo podemos comprobar en algunas mujeres fuera de lo común, pero como ejemplo valga, el de la famosa gallega , Concepción Arenal y el de la escritora extremeña, Carolina Coronado, nacidas las dos en 1820. Ellas desde lugares y situaciones diferentes lucharon igualmente por los derechos de la mujer.
Su educación en el primer tercio del siglo XIX, sigue siendo muy similar a la del siglo pasado. Sobre ella escribe Carolina Coronado: “Mis estudios fueron todos ligeros, porque nada estudié sino las ciencias del pespunte , el bordado y el encaje extremeño”. Sin embargo, ella aprendería por su cuenta francés, italiano y portugués.
En la misma situación se encontró Concepción Arenal, que después de terminar sus estudios para señoritas, aprendió de forma autónoma francés e italiano.
En 1842, año en el que la ilustre gallega puede por fin cumplir su ilusión de entrar en la universidad y por tanto acceder al espacio público, vestida, por supuesto de hombre, la poeta extremeña escribía, desde Badajoz a Harzembusch, un poeta romántico de la época, doliéndose de los obstáculos que debía superar constantemente en su profesión de escritora.
Así se manifiesta: “Hace tiempo más de un año, que atropellando todos los inconvenientes, hice mis primeros ensayos, exponiéndome a la crítica de mis conocidos: en esta población, tan vergonzosamente atrasada, fue un acontecimiento extraordinario el que una mujer hiciera versos y que los versos se pudieran hacer sin maestro. Los hombres los han graduado de copias, y las mujeres, sin comprenderlo siquiera, me hn consagrado por ello, todo el resentimiento y envidia”.
La discriminación de la mujer sigue inamovible a través de los siglos. Sin embargo, como podemos comprobar, un puñado de valientes colegas nuestras, no cede en la lucha, aunque se quejan de esta situación injusta.
Carolina Coronado recoge este sentir en un poema publicado en 1845, del que he entresacado algunas estrofas:
“Error mísero error, Lidia si dicen
los hombres que son justos: nos mintieron…
No hay leyes que sus yugos autoricen.
¿Es justa la esclavitud que nos dieron,
justo el olvido ingrato en que nos tienen?
¡Cuánto nuestros espíritus sufrieron!...
Pregonan libertad; y sometidos
Nuestros pobres espíritus por ellos,
No son dueños de alzar ni sus gemidos…
Paréceme que miran nuestras vidas
Como a plantas de inútiles follajes,
Que valen sólo cuando están floridas…
¿Verdad que estamos Lidia aquí en la tierra,
murmurando las hembras sordamente
contra la injusta ley que nos destierra?...
¡Oh madres de otra edad afortunadas
cuan dichosas haréis a vuestros hijos
si en escuela mejor sois enseñadas!
No sufrirán por males tan prolijos
Como aquellos ya que desde la cuna
Tienen en el error los ojos fijos…
Mas Lidia, cuando el mundo por fortuna,
tras de su largo llanto y dura guerra
esa feliz prosperidad reúna,
ya estaremos tú y yo bajo la tierra”.
La situación sigue siendo tremendamente injusta para la mujer, pero ya hay algunas voces que reflexionan sobre ello y que se atreven a mostrar esta injusticia.
En otro de sus poemas titulado “Libertad”, del que entresaco sólo algunas estrofas para no alargarme demasiado, se ve mejor esta injusta situación. Así comienza Carolina Coronado:
“Risueños están los mozos
Gozosos están los viejos
Porque dicen compañeras
Porque dicen compañeras
Que hay libertad para el pueblo…
¡Libertad! ¿Qué nos importa?
¿Qué ganamos, qué tendremos?
¿un encierro por tribuna
y una aguja por derecho?
¡Libertad! ¿De qué nos vale
si son los tiranos nuestros
no el yugo de los monarcas
el yugo de nuestro sexo…”
Termina así:
“Pero os digo compañeras
Que la ley es solo de ellos,
Que las hembras no se cuentan
Ni hay nación para su sexo…”
Y así llegamos al siglo XX y al principio del XXI- a los que sólo aludiré de pasada, pues ya estoy fuera de tiempo-siglos donde el movimiento por la igualdad de sexos es ya un hecho, sobre todo en la ley. Por supuesto, hablo del siglo XX después de la dictadura, con breves chispazos de apertura en la República. Recordar a Margarita Nelken, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, etc. etc.
Pero, en la realidad, la mujer sigue de facto sin alcanzar la igualdad total con el género masculino en los sectores de poder, sea de cualquier origen: económico, político, cultural, etc. Es decir en los grados más altos del espacio público.
Y esto lo podemos comprobar fácilmente: siempre que sale una foto en periódicos o una imagen en TV, para informar sobre la reunión de una serie de cabezas pensantes, o del grupo rector de altos cargos en la política, , en la economía, en la religión, o en cualquier otro sector de poder, sólo aparecen hombres y más hombres, y a lo lejos alguna que otra cabecita de mujer, para que esto no parezca un mundo solo de hombres.
No obstante, si echamos una mirada hacia atrás, el camino recorrido por ausentar los fantasmas milenarios de la mujer ha sido muy fructífero. Aunque por supuesto debemos seguir luchando por conseguir el derecho a la igualdad de facto. A veces, en este camino se pueden experimentar retrocesos.
Sin embargo, día a día, mes a mes, año a año, el hombre va entrando poco a poco en el espacio privado: Hoy por hoy ver al sector masculino de compras en las tiendas, cambiando los pañales al niño, dándole el biberón, etc. es algo normal. Asimismo la mujer lo va haciendo en el espacio público, las ministras, vicepresidentas, consejeras, y altos cargos de cualquier empresa, ya es algo dentro de la norma. Claro siempre que en cualquier institución sean pocas, y siempre muchas menos que los hombres…
Termino animándolas para que sigamos luchando por alcanzar de facto nuestros derechos, y para que los espacios , tanto privados como públicos , con sus inconvenientes y sus ventajas, sean de las mujeres y de los hombres . Es decir pertenezcan por igual a las personas.
Gracias por vuestra asistencia.
Juana Vázquez
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