domingo, 13 de febrero de 2011

RAFA MONTESINOS: (3) "El ser humano, cada vez más fragmentado". Texto íntegro de la conferencia. Ateneo de Madrid." Pan y Circo", presentado por Aarón García Peña




                        Texto íntegro de la conferencia
                                     El ser humano,
                         cada vez más fragmentado



ATENEO DE MADRID
Agrupación de Retórica y Elocuencia

Viernes 11 de febrero de 2011 a las 20:00 horas
 Sala de Conferencias (3ª Planta)  
Calle Prado, 21



                              Ciclo de debates Pan y Circo


                              Sesión Tercera. Defensa de la idea:
                “El ser humano, cada vez más fragmentado” 

Por
Rafael César Montesinos,

                                       Presenta: Aarón García Peña
                               Presidente de la  Agrupación de Retórica y Elocuencia  


Queridos/as visitantes de este blog:

     Les ofrezco el texto íntegro de la conferencia. Espero que, al menos, lean algunas líneas, pues como se indica en dicho texto:
     Cuando navegamos por la Red la lectura en pantalla es rápida, de ojeo, no línea por línea como en el texto impreso. Se suelen leer los encabezamientos y las dos o tres primeras líneas del texto, y después se hace un rápido “escaneo” del resto. Según una serie de estudios, la mayoría de las páginas web no se visitan más de diez segundos. Sólo una de cada diez se encuentra abierta más de dos minutos.

    Espero que esto no suceda con las palabras de mi conferencia, y si así acaece, ¡qué se le va a hacer! Formemos parte de la estadística.

    Les incluyo en esta página las fotos realizadas por Mayte Pañeda, así como las reproducciones de los dibujos que el afamado pintor Carlos Aquilino tuvo a bien plasmar durante el transcurso de la conferencia.

    Por último les adelanto que el próximo sábado 19 de febrero, si las obras aún no han llegado, tendremos desde las ocho de la tarde, la despedida de la

                                      PRIMERA ÉPOCA de METOLCUATRO
                       Habrá múltiples actividades y barra metolera4

                                     En próxima misiva daremos detalles.








                       Fotografías  de Mayte Pañeda



Aarón García Peña presentando el acto



Rafael C. Montesinos aprestándose a la lectura













Miguel Ángel y Aarón




Miguel Montesinos Pañeda y Maruja Calvo




Emilio Porta




Juana Vázquez



José Mª Prieto,
puntualizando punto com la cuestión




EL  JURADO
Emilio Porta
Ana Mª Cuervo de los Santos
Daniel Bolado





Y Aarón García Peña,
cerrando el acto gentilmente
***





Dibujos de la libreta secreta
de
Carlos Aquilino
y
el autor en acción



















Carlos Aquilino, junto a la linda Blanca,
dibujando de tapadillo




*******





Texto íntegro de la conferencia

El ser humano,
cada vez más fragmentado










                                   I
           UNA PEQUEÑA  REFLEXIÓN   Y   UN EJEMPLO VULGAR

   El ser humano como especie prosperó por su capacidad para adaptarse al medio. Supo dividir su vigilancia y fragmentarse cuando había que atender a las multitareas: cuidar a la vez el fuego y la prole; cazar y contemplar el paisaje; mirar el cielo por si llovía, nevaba o resplandecía el sol. Hemos sabido superar la rutina del instinto, crear una especie de instinto artificial gracias a nuestro plástico y cambiante cerebro. Somos la especie que viaja y se pregunta, que plantea un problema e inventa la máquina adecuada.  ¿Pero nuestros inventos nos inventan  y nos conducen a contemplar y pensar de diferente manera?

   Llevamos sólo 6.000 años reformulando el mundo natural, adaptado la Naturaleza a nuestro gusto y manera. Hasta hace pocos siglos, la Naturaleza era nuestra madre y también nuestra madrastra cruel. Había que domesticarla con buenas dosis de progreso, ciencia, civilización  y cultura, hasta conseguir que lo artificial fuera lo natural, hasta construir nuestra urbanizada  y autosuficiente escenografía. Transformar la Naturaleza en jardín amable y periférico, en parque temático con bichos y plantas salvajes para bonitos documentales.

    Sin embargo, el paraíso está siendo asediado por la basura que él mismo genera, y cada vez es más difícil reciclar los demonios en ángeles.

   ¿Por qué cuánto más sabemos y podemos, actuamos con más ignorancia? Tal vez la respuesta esté en nuestro yo, rabiosamente individualista; ese yo disperso, que se fragmenta  en múltiples tareas, entretenido por constantes estímulos; ese yo continuamente actualizado y que sólo sabe vivir en el presente de indicativo de las increíbles novedades.

   Parece claro, según proponen estudios recientes a los que aludiré, que el ser humano de hoy  vive un acelerado proceso de fragmentación, pues soporta una incesante lluvia de información y de estímulos audiovisuales.

   Nuestra vida va perdiendo uniformidad y que cada vez nos resulta más difícil pararnos, contemplar y reflexionar. Un imperativo categórico nos arrastra a lo diverso, a lo superficial, a la obligación de atender a múltiples tareas, a fragmentar necesariamente nuestro tiempo y lugar. Somos el homo multiatareado, al que le cuesta permanecer atento a una sola idea o acción.

   Imaginemos una situación cotidiana y bastante común.  Un humano cualquiera está viendo, junto a otro humano, una película o historia audiovisual de ficción en su imponente televisor de plasma.

   Sin embargo no está contento. Piensa que sería más estimulante que su pantalla transmitiera imágenes en Tres D, pero sin gafas. El mismo aspira a comprarse un vídeo juego Tres D  y aparcar su vieja PSP.

   Todo esto discurre mientras bebe, come y espera una llamada en su móvil de última generación y, a la vez, baja una canción en su ordenador.

   De pronto, se levanta y va al inodoro, pues con tanta actividad se ha aguantado en exceso las ganas de orinar y de deponer sólidamente. Relajado en el aseo, aprovecha para mandar desde su móvil un breve correo, consultar las últimas noticias, y también darle un vistazo a un periódico gratuito que le dieron esta mañana en la entrada del Metro.

   Cuando llega a la habitación, le pregunta al otro humano cómo va la película. Éste contesta que aún no han descubierto al asesino y que la historia va lenta. Entonces decide bajarse otra canción y puede que otra película, pues esta es un poco rollo.  También le han entrado ganas de besar al otro humano y tal vez algo más, ya que su relación se lo permite. Pero mejor para después, cuando acabe el rollo de peli, pues antes habrá de consultar las ofertas de empleo en el móvil.

   ¿Se habrán enterado bien estos dos humanos de la historia que transcurre en la pantalla de plasma, por muy simples que sean los argumentos del cine actual?  ¿Preferirán pasar de dicha película, ver un partido de tenis o relajarse fornicando?




                                                                       II
                                                                      
                                     EL  MITO DE LA TIERRA DE JAUJA
                                                                      Y
                                         LAS COSAS QUE NOS RODEAN


      El ser humano se ha afirmado con fuerza en las cosas que le rodean. Las ha llevado consigo en sus viajes, las ha adorado, las ha guardado con celo. Han sido su sombra y su perfil. Se ha enterrado con ellas para llevárselas en el último viaje.

   Pero desde el siglo XIX, con la Revolución Industrial, no cesa la lluvia de cosas, de aparatos y máquinas hechas por máquinas.

    Desde hace treinta años, la suave lluvia se ha convertido en chaparrón sobre las Tierras del Bienestar y aledaños, pues en las Zonas Desfavorecidas persiste la sequía, aunque allí también tienen aparatos que les informan sobre qué sucede en el paraíso. Y desde hace quince años, nuevas máquinas electrónicas y nómadas, de vida bastante efímera (como teléfonos y ordenadores multifuncionales)  no dejan de asombrarnos e intercomunicarnos.

   Esta nueva lluvia, o aguacero vía Televisión e Internet, también está llegando a los necesitados, que las utilizan para saber cómo vivimos los pudientes y transmitirse su malestar, demandando una más justa y mejor existencia. Léanse los sucesos actuales en Túnez y Egipto.

     Son otros tiempos y otros productos. Las cosas y máquinas antiguas nacieron para durar, incluso para ser heredadas de padres a hijos, como aquellas máquinas de coser, cámaras fotográficas, radios, gramófonos, televisores e incluso coches. Pero desde los años cincuenta del pasado siglo, el consumo dictó la ley de la novedad, de la moda y lo pasado de moda, instalando el precepto de usar-tirar-reciclar, o peor aún: comprar-tirar-comprar. Se acabó la reutilización. Viva el Consumo. Viva la Obsolescencia.


   La publicidad reclama nuestra atención a cada instante. Nos volvemos seres distraídos, frágiles. Aspirábamos a ser no sólo espectadores, sino parte del espectáculo. Queremos estar en todas partes, ya sea por medio del correo electrónico, de un blog, de una red social o del invento que toque dentro de uno o dos años.

   Nuestra mente cambia, se expande, se fragmenta y, a la vez, pierde intensidad. Creemos que las cosas y la información son instrumentos de nuestro poder, que las cosas está sólo para ser usadas, sin advertir que nos invaden como plaga de langostas electrónicas, que moldean nuestro plástico cerebro y cambian continuamente nuestro pensamiento y sensorialidad. Nuestras ciudades y nuestros hogares desconocen el silencio, ya no saben qué es el espacio visual limpio y ordenado. Nuestras ciudades solo huelen a humo. Nuestros alimentos son bellos y saben a poco. Nuestro tacto se anestesia tecleando y pasando el dedo por una pantalla.  ¿Es la vida una enorme pantalla?

   Hace veinte, quince años, determinadas electromáquinas del hogar (televisores y ordenadores, fundamentalmente) estaban a disposición de toda la familia. El ordenador presidía la sala de estudio, y el televisor, el salón. Sin embargo, es un caso común que los individuos de una familia disfruten de su aislamiento en sus cuartitos o diferentes espacios de la casa, cada uno pegado a su pantalla individual e intransferible.  Es lo que podría llamarse la familia fragmentada.




           III
                                               LA VENGANZA  DE  LAS  COSAS.
                                         ¿SOMOS LO QUE TRANSPORTAMOS?


     ¿De cuántas cosas se compone nuestro disfraz social? Les sugiero que efectúen el cálculo aproximado de lo que transportan. Piénsenlo.
       Empecemos por los objetos llamados ropa:

ROPA
Capa interior (calcetines, bragas/calzoncillos, etc).
Capa media (camisa, blusa, pantalón, faldas, jersey, etc.).
Capa superior (abrigo, cazadora, chaqueta, etc.).
No incluido contenidos de los bolsillos.
Calzado.

COMPLEMENTOS
Anillos, colgantes, pendientes y pirsins, reloj de pulsera. También se incluyen tatuajes.
Bufandas, fulares, sombreros, gafas, paraguas, etc.

BOLSOS, MOCHILAS, BANDOLERAS
 Aquí se suelen alojar las carteras  y los nuevos objetos nómadas: móviles, cámaras fotos digitales, reproductores de imágenes y sonido, ordenadores portátiles, i-Pad, i-Pod, agenda electrónica, libros digitales, etc. La tendencia es a compactar todos estos artilugios en una tableta universal.
Diversos objetos, como llaves de casa y del coche (realidad espacial), tabaco, mechero, agendas de papel, maquillaje, medicinas, portalentillas, funda de gafas, libros, bolígrafos, golosinas y variados objetos de heterogénea catalogación.

Carteras y Monederos (dentro o fuera del bolso, mochila o bandolera). Identidad socioeconómica: billetes de banco y monedas, carné de identidad, tarjetas de crédito, tarjeta sanitaria, carné de transporte, carnés de clubes variopintos, agenda telefónica, tarjetas de visita que alguien, que no recordamos,  nos dejó.

                               OTROS
Bebidas, bocadillos, alimentos energéticos, periódicos, revistas, libros, propaganda olvidada, etc.


   Sin individualizamos cada uno de estos objetos, descubriremos que podemos acarrear más de cien cosas. Por tanto, cuanto mayor sea el número de objetos transportados mayor será su control sobre ellos. Es bueno para la memoria, para establecer nuevas conexiones neuronales. Pero también pueden distraernos; es decir, fragmentar nuestra atención. ¿Dónde he puesto las llaves? ¿He traído el carné de identidad? ¿Y la tarjeta de crédito? Ahora voy a ver si me ha entrado algún mensaje en el móvil.

   El traje de humano postmoderno nos hace más fuerte, nos abre nuevos caminos y relaciones sociales, aunque con frecuencia las cosas nos gobiernan. Nuestros juguetes nos demandan una atención excesiva, aumenta nuestra labilidad y nos pueden fragmentar hasta devorarnos.





                                                                      IV
             LO VIEJO  Y  LO  JOVEN.
       CONSUMO ES FRAGMENTACIÓN


   La industria y el capital descubrieron, hacia los años treinta del siglo pasado, que las fábricas estaban produciendo más bienes de consumo de lo que en realidad la gente necesitaba. A partir de ese momento comenzó la “creación de la necesidad”, cuyo brazo armado es la publicidad. Surgió con fuerza la vieja  idea de lo “pasado de moda”:“Estás anticuado/a”, “eso ya no se lleva”, “eso es de la temporada pasada”, “eso es de viejos”, “con lo nuevo, pareces más joven”. Vamos, que la experiencia acumulada y el milagro de cumplir años ya no vendían. Renovarse, reciclarse, o envejecer. Actualmente, no hay peor cosa que estar desactualizado.

   Todo producto, y por extensión todo humano, ha de someterse a la ley de la Obsolescencia, que dicta que nada tiene que durar más de lo debido. Los bienes son para usar durante un tiempo limitado. Pobre industria, quebraría si una bombilla, una batería, un coche o cualquier máquina o cosa viviera más de lo que dicta el consumo. Hay que producir sin descanso. Lo nuevo, lo joven, lo actual, es el canon.

   Los avances científicos y sociales han permitido que se prolongue notablemente la esperanza de vida en las Zonas Privilegiadas y proximidades, no en el África subsahariana. En el mundo privilegiado, observamos que el abuelo ya no es el que transmite la experiencia, sino el que viaja en un crucero, aprende nuevos bailes de salón, va al gimnasio, al teatro y al cine, hace deporte, parece un crío… Triunfa la cosmética, los regimenes saludables, la cirugía estética. Asistimos a la fragmentación (literal) del cuerpo. Podemos sustituir nuestra antigua máscara corporal; disponer de nuevos órganos externos: nariz, pómulos, senos, nueva piel -estiramiento y botox-, liposucciones; conseguir nuevos órganos internos: transplantes.

    ¿Somos nosotros o nuestros múltiples fragmentos y caretas? La arruga no es bella y el mito de la eterna juventud regresa con fuerza. La Biotecnología es la nueva frontera.

   Sin embargo, el individuo quiere perdurar, no quiere ser como sus bellas y fugaces máquinas. Del “mira la rosa; hoy tersa, mañana marchita.”, al “mira ese móvil…, no es de última generación”. 

  ¡Qué paradoja! Deseamos perdurar en un mundo continuamente cambiante, en un mundo para el cual lo viejo se esconde en una residencia o en un basurero, igual que la muerte en su tanatorios.




                                                                   V
                  LA INVASIÓN DE LOS ESPACIOS Y SUS TIEMPOS

   Hasta hace poco, la sociedad del Bienestar había establecido con cierta claridad las fronteras entre el espacio-tiempo del consumidor. Las veinticuatro horas del día estaban repartidas entre los territorios del  hogar, del trabajo y del ocio. En el trabajo se laboraba y en casa se descansaba. Y cuando se vivía el ocio en el exterior (ir al cine, practicar algún deporte, leer un libro en un parque, quedar con los amigos o ir de vacaciones), procurábamos que nada ni nadie perturbara  nuestra holganza. En casa el teléfono, fijo entonces, podía romper la tranquilidad, pero brevemente. No existía la tarifa plana, y enhebrar telefónicamente la hebra llamando a casa desde el trabajo, y viceversa, era caro e inapropiado. Entonces, la publicidad radio-televisiva nos invitaba a consumir, pero había que ir a la tienda o hacer la compra por catálogo y correo postal.

   Por otro lado, los límites entre lo público y lo privado parecían más o menos claros. Espectadores y actores tenían delimitados sus papeles, aunque la televisión llamaba al espectador para ser protagonista al otro lado de la pantalla. Ser concursante era una bonita tentación, y algunos conseguían salir del anonimato, cosa muy comentada en el vecindario.  

   A finales del siglo veinte el teléfono móvil empezó a borrar las fronteras y los ordenadores comenzaron a comunicarse entre sí. Nuevas máquinas, nuevas situaciones y nuevas conexiones neuronales. Como en la película Poltergeist, gentes del otro lado invadieron el  espacio-tiempo.     

   Ahora, el trabajo entra en casa, el ocio irrumpe en el trabajo. En el espacio laboral consultamos cuestiones privadas a través de las redes sociales y estas, a su vez, permiten a nuestros superiores saber qué hacemos fuera de nuestro puesto laboral. Entramos en un bar o en un café no por amor al alcohol, la amistad, el amor o el fútbol, sino a la wifi. Allí calladitos y apantallados, resolvemos un trabajo pendiente, hablamos con un familiar o consultamos lo que ocurre al otro extremo del planeta. Cerca de nuestra mesa, puede haber un individuo o individua que le esté contando por el móvil a un pariente cómo le fueron las vacaciones o qué piensa comer mañana y de qué va la receta. Y si este humano parlanchín nos toca cerca en un viaje en autocar de cuatro o cinco horas, no nos quedará más remedio que aturdirnos con nuestra música favorita vía cable y auricular. Todo se mezcla, todo se fragmenta, todo se vuelve simultáneo, todo es superficial. Demasiado tiempo para la acción y poco para la reflexión. Un autentico revoltijo. Un hacer y hacer constante, una comunicación continua ajena a la introspección.

   Con el ordenador, la tableta mágica o i-Pad a cuestas, nos volvemos oficinistas nómadas, cronistas de nuestra vida, burócratas de nosotros mismos. Por eso, cuando en la añoranza de los tiempos antiguos, nos refugiamos en un libro o en la oscuridad del cine para disfrutar de mensajes lineales sin interrupción, puede suceder que no aguantemos tanto tiempo concentrados en una sola cosa (fenómeno general en la generación nacida con las nuevas tecnologías, que nos afecta también a los nacidos en época anterior)  o puede ocurrir que alguna musiquilla o sonido inoportuno nos saque de la historia. 






                                                                         VI
                                     LIBERTAD, PRIVACIDAD y CONTROL

   Según las últimas estadísticas, casi un tercio de la población mundial, 2.000 millones de personas, se encuentran conectadas a la Red. Las posibilidades de disponer de la información van creciendo increíblemente, al igual que nuestra capacidad de organizarnos en variopintos colectivos.

   Facebook tiene casi seiscientos millones de seguidores, y Twitter, casi doscientos. Y aumentan por miles día a día. Los gobiernos y los medios de comunicación han perdido el monopolio de la información manipulada. Cuando las cosas pintan mal, intenta desconectar a sus súbditos o consumidores. Pero cada vez, les resulta más difícil. Se ha abierto una nueva senda a la libertad, ofreciendo voz y opinión a los antiguos anónimos mudos.

 Sin embargo dicha senda o enorme autopista está controlada por Microsoft, Apple, Google, Facebook o Twitter, poderosos dioses que imponen al devoto el impuesto conveniente. Obtenemos información instantánea, como algunas sopas, que utilizamos para su conveniente difusión. Pero dicha información, como nos advierte Nicholas Carr, se encuentra “cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Esto tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y gobiernos”. Es decir, nuestro picoteo de información fragmentada probablemente irá, vía cookies,  a la Base de Datos del Nuevo Olimpo. ¿Existe por tanto la privacidad? ¿Ser anonimato es gran el lujo imposible? ¿El anonimato solo existe, como en Haití, en forma de número estadístico en la carne del pobre?  ¿La curiosidad identificó al gato intercomunicado y fragmentado?

   Parece claro que cada vez nos importa menos la privacidad, que nos gusta incluso participar en el Gran Espectáculo Universal colgando nuestras fotos de marras en la red social pertinente. Ser observados a cambio de estar plenamente informados. Ahí radica el trato.



                                                                     VII

                                  EL NUEVO DISCURSO. LEER  Y  ESCRIBIR

Gracias al uso del móvil y a Internet, la existencia de los textos de pocos caracteres es un rasgo dominante desde finales del pasado siglo. Morfología, sintaxis y estilos nuevos irrumpen abruptamente en todas las lenguas, comprimiéndolas, retorciéndolas.

Otra vez se impone la máxima de McLuhan de que el medio es el mensaje, de que el medio nos lleva a la neolengua, a la electro-jerga, que se escribe y se piensa de otra manera, y que nuestro cerebro adquiere, por tanto, nuevas conexiones.

    Haciendo un rápido recorrido por la historia de escritura -desde las tablas de arcilla sumerias, pasando por el papiro y el pergamino, hasta el descubrimiento del papel-, observamos que el soporte ha determinado el discurso y hasta los temas tratados. El éxito del relato extenso, la novela o la crónica fue posible no sólo gracias a la imprenta (mediados del siglo XV), sino a la difusión, un siglo antes en Europa, del papel. Dicha difusión también afectó al aumento cuantitativo de la poesía y los poetas, liberados de la memoria y del costoso pergamino. Ya en el siglo XIX, con el abaratamiento del papel y el desarrollo de la nueva imprenta, se produjo el salto definitivo.

   Sin embargo el soporte virtual o digital de finales del siglo XX ha transformado este panorama. La mayor alfabetización de la población mundial, y la casi plena escolarización de las gentes de primer mundo, ofrece a los humanos escribir sin mesura con las nuevas máquinas. Un distraído juego de hipercomunicación, un consumo luego escribo.

   Esta especie de grafomanía, de Síndrome del Tostao [Alonso Fernández de Madrigal, El Tostao, obispo de Ávila de madiados del siglo XV, que escribió quince volúmenes de obras latinas y un número indeterminado de obras en castellano], promueve la escritura en personas que, anteriormente, rechazaban hacerlo sobre el papel, ¡qué rollazo! Ahora todo resulta nuevo, fácil, divertido. Y el texto se va fragmentando a través de una lengua escrita cada vez más sintética, sincopada, yoísta y poco dada a la reflexión.

   Por otro lado, cuando navegamos por la Red la lectura en pantalla es rápida, de ojeo, no línea por línea como en el texto impreso. Se suelen leer los encabezamientos y las dos o tres primeras líneas del texto, y después se hace un rápido “escaneo” del resto. Según una serie de estudios, la mayoría de las páginas web no se visitan más de diez segundos. Sólo una de cada diez se encuentra abierta más de dos minutos.

    La lectura, y extensión del texto, está cada vez más determinada por la brevedad. Lee rápido; escríbelo en pocos caracteres. Nos cuesta cada vez más estar atentos al mensaje lineal. Leer y escribir mucho en el menor tiempo posible.

     Hablemos del blog. No se ponen de acuerdo en su número. Las cifras mundiales oscilan entre los 130 y los 180 millones de bolgs. Y una gran parte están abandonados. En España se calcula que hay un millón y medio.

   En los blogs no hay límites de caracteres. Es el paraíso de la escritura sin fin. Podemos cultivar la incoherencia textual, saltar de una cosa a otra.
  
      La mayoría de los blogs son personales (seguidos de los tecnológicos, políticos o de noticias) y, por regla general, también padecen del no centrarse en la cuestión. Son la otra cara del texto fragmentado, reflejo de la atención lábil de sus autores, que lo mismo cuelgan una foto de un animal raro, que un vídeo de la boda de un pariente, que una poesía tontorrona, que lo sucedido en el pueblo del vecino. Son como esos contactos de nuestro correo electrónico empeñados en abrumarnos con chistes, protestas sociales, dibujos extrañísimos o chorradas de Youtube. Terribles contactos de nuestros directorios, siempre dispuestos a salpicarte con anodinas fragmentaciones.

   Sin embargo son evidentes las ventajas del blog, una publicación de coste irrisorio, en la que el autor es también el editor, que puede llegar a cualquier parte del planeta, que es interactiva, en la que cuadran muy bien ciertos géneros, anteriormente considerados parientes pobres de la literatura de consumo: poesía y relato breve.

Sólo indicar que el e-Book o libro digital ya está aquí para quedarse. Sus ventajas son muchas: reducido coste, gran capacidad de almacenamiento, conexión a la Red, hipervínculos, aumento de la letra, pantallas cada vez más parecidas a la páginas de papel, etc.

Sin embargo, como señala Nicholas Carr, su lectura no lineal nos distrae, se pierde la calma de lectura, se rompe el silencio, pues mientras se lee existe la posibilidad de navegar consultando palabras claves, vida y obra del autor, pinchar en los apoyos multimedia, etc. Una cansada y fragmentada lectura. Y los cambios en los hábitos de lectura traen necesariamente cambios en el estilo de escritura, más modular y fragmentada. En busca de la difusión y éxito del libro, el autor se verá obligado a incluir en su texto una serie de palabras, frases y títulos claves para aparecer en lugar principal en los resultados del buscador: oh, gran Google.

                                                               ***





En conclusión, vivimos en un mundo lleno de estimulante información, que si no sabemos dosificar nos distraerán hasta el absurdo, hasta la fragmentación y la imposibilidad de saborear  los sabrosos frutos del consumo. Tal vez sea hora de pararse, reflexionar y elegir sin que las constantes nuevas cosas nos elijan. Aunque no sabría decir si aún estamos a tiempo.

Muchas gracias por su atención en estos años, días, tan distraídos y fragmentados.
                            Buenas noches.
                       11 de febrero  de  2011
                                   
                                                 Rafael César Montesinos







                                                             




                                     

3 comentarios:

  1. Tuve la suerte, la inmensa suerte, de asistir a una de las mejores, más divertidas, más profundas y, a la vez, más enriquecedoras conferencias para la mente humana, de todos mis tiempos. Y mis tiempos han asistido ya a muchas conferencias. Una proposición de justa medida, llena de sugerencias, matices, inteligencia y capacidad de reflexión que nos ofreció Rafa Montesinos en una deliciosa sesión de 25 minutos exactos ( hasta en eso fue perfecto ) y que dio paso luego a un también interesante debate. Había un jurado que analizaba contenido y forma y, aunque no deja de ser un juego, el Jurado se pronunció por aclamación a favor del ponente. También quise ser parte en ese jurado, porque deseaba dar - y así lo hice - las razones por las que esta conferencia había sido magistral. Las dí...y en parte están en este comentario.
    Siempre he pensado que la inteligencia iba de la mano del sentido del humor. Pues bién, al acabar este pasado viernes esta disertación y discusión sobre la "fragmentación" actual del ser humano, recogí todos mis fragmentos dispersos por mi historia y mi propia desfragmentación y me dije: A ti, que te gusta tanto el silencio y a veces no lo demuestras, te vendrá muy bien para el presente y el futuro conservar en la memoria algunas de las palabras escuchadas para conseguir la armonía interior y no ser un pobre ser parcial que se mueve con retazos simúltaneos y acumulados por la senda inveterada de la quiebra del pensamiento y la serena actitud a la que aspiras. Pero no ha hecho falta hacer un ejercicio memorístico porque lo dicho...!está aquí!. Escrito y conservado para fortuna de los que no asistieron...pero saben leer. Me he enrollado un poco...pero a Rafa se que no le importará. Digo yo. Supongo. Espero.

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  2. Se me olvidó comentar en la intervención anterior algo que considero importante: lo que, además del contenido, hizo la conferencia inolvidable...fue la puesta en escena y como el conferenciante la dictó. Pensar, hacer pensar, y que, además, el público disfrute, sonría, e incluso se divierta tanto como nos divertimos y nos reímos en algún momento, gracias al sentido del humor de Rafa, no está al alcance de todos. Fue - a nivel de retórica y elocuencia - toda una lección.

    Port

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  3. Gracias por tus amables palabras.

    Sólo espero que sirva para tomar conciencia de lo que nos está sucediendo. Muchas cosas buenas con la nueva manera de pensar gracias a las nuevas máquinas. Y también cosas no tan buenas. Ganamos en opciones de comunicación e información. Pero perdemos pensamiento profundo. Hace falta pararse, reflexionar, contemplar y hasta quedarse pasmao/a.

    Rafael César Montesinos

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