lunes, 8 de agosto de 2011

ACCIÓN DODÓ-DADÁ. NARRACIÓN. Rafa Montesinos








ACCIÓN DODÓ-DADÁ
Narración

Rafa  Montesinos

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Textos leídos
 el
miércoles 18 de mayo, 2011
19, 30 horas

CAFÉ  LIBERTAD 8
C/ Libertad 8
Metros Chueca y Banco de España

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Tercera  y última entrega



 Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada







EL CALENDARIO  DE  JULIA


                                                         I
  Enero es mes triste aunque existan las rebajas y la Puerta del Sol sea boca de demasiados dientes, de personas que perdieron nombre y memoria en el sueño del ocio y el dinero.

   Julia no está triste, tal vez ausente e hipnotizada por un jersey y una falda que la reclaman desde el brillo de tela roja. Se prueba el conjunto dos, tres veces para que el espejo, hoy amable animal,  devuelva la imagen de su pequeño cuerpo, tal vez deseable. La Navidad no la ha engordado; aún resiste. Paga. Recoge el tique.

   Llega a la Gran Vía. Gran tienda de ropa interior donde hubo películas y oscuridad. Se prueba unas bragas. Le quedan de cine, del cine de entonces. Imagina que otras manos, otra boca, le pueden bajar, poco a poco, las bragas.




                                                          II

   Las cartas personales ya no habitan los buzones. Fueron devoradas por las proclamas bancarias, por la propaganda de pisos ideales, de comidas a domicilio. Ahora las palabras viajan por Internet. Pero como febrero es un mes muy rarito, ha llegado al buzón de Julia una carta de las antiguas: "Querida Julia. El tres de marzo estaré en el Café de Libertad 8, contando cuentos con el grupo Historias de mi pueblo. Espero verte. Un beso de tu antigua amiga, Berta".





 Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada







                                                        III
    Julia estrenó el tres de marzo las bragas de las Rebajas de Enero  para oír los cuentos de Berta. Llegó sola y permaneció sola en Libertad 8 a la espera del reencuentro. Pero la vieja amiga no aparecía. Ensimismada, recordó al poeta viejo y triste que fue a leer a su colegio. De esto, casi treinta años, cuando existía Berta, la niña sabia, la primera de la clase para lo bueno y lo malo.

   Los cuentacuentos peroraron sobre dragones, enanos, princesas, ogros, brujas, ministros, banqueros, abuelitas, seres perplejos y un tanto acartonados. Julia escuchó incluso la historia de una jubilada con tetas de silicona, amiga del señor de los calzoncillos.

   Sin embargo, Berta no aparecería, pues algo imprevisto le había sucedido, según contó un cuentacuentos desdentado y con chalequillo a rayas. Y Julia se sintió, como de costumbre, sola y más sola, hasta que las bragas mágicas ejercieron su poder y la condujeron al conocimiento de un atractivo hombre, masculinamente encantador.




                                                        IV
   La primavera es un timo y casi nadie se atreve a proclamarlo. En las ciudades la alergia nos llena las narices de mocos y estornudos. También lloramos.

  A veces abril se disfraza de mayo. A veces suena el teléfono. Es un hombre, el príncipe de cazadora de cuero que Julia conoció en Libertad 8 y con el que ha quedado en mortal y renacido cuerpo. Nada de Internet. Demasiados fantasmas electrónicos para añadir uno más. A la antigua. A las bravas. Voz y cuerpo de hombre. Olor a colonia de hombre, a piel de hombre, a tío bestia y suave, mayúsculo, con la polla bien dura a pesar del condón, en una cama desconocida con un hombre desconocido que la sujeta, que la arremete, que le quitas las bragas mágicas para que ella, Julia sea aún más Julia, y las horas sean horas y horas fornicando en la digestión de una película porno, pero de verdad y en sudor masticado.

   A veces mayo se disfraza de abril. Y hace frío cuando suena el teléfono. Es él. Hay que ponerse las bragas mágicas y quedar en una cafetería del centro. Pero aparece acompañado de una mujer, a la que presenta como a su mujer. Ya no es el mismo hombre, aunque mastique chicle y proponga acabar en la cama de abril, esta vez en trío.

    Julia no dijo una palabra pero lo escuchó todo. La mujer del hombre rudo y suave le cogió la mano. Julia se revolvió y su café con leche, enterito, inundó la mesa. Entonces dijo un  lánguido y angustioso “ya quedaremos otro día” y se fue.

   Julia, al llegar a su casa de mujer en proceso de divorcio y sin hijos, se desnudó y puso en lejía las bragas mágicas, pues estaba claro que la primavera era un timo, aunque casi nadie se atreviera a decirlo.




 





 Grabado anónimo, finales del siglo XIX








                                            SEGUNDA  PARTE



                                               V
   Junio: mes del juicio escolar, de las promesas vacacionales, de la organización de viajes, del comienzo del calor agobiante. Un trabajo funcionarial de ocho de la mañana a tres de la tarde no lo era todo para Julia. Cosa estable, sí; ¿y el resto? ¿Salir con las amigas de compras o de museos? ¿Visitar a una madre que la desconoce? ¿Pasear y ver turistas? ¿Ir al cine con los sobrinos?

   Hacía muchos años que no estudiaba, que no vivía cosas nuevas. Hizo un curso de alfarería, que abandonó a la semana; otro de yoga y meditación, del que huyó a la segunda clase; se compró un perro, que a los dos días devolvió a la tienda; se sacó un abono semanal para el Parque de Atracciones, que acabó regalando a sus sobrinos; se puso a correr por todos los parques y jardines de la ciudad. Y sin darse cuenta, vio esfumarse el tiempo, el calor, las vacaciones, julio y agosto.

   Al llegar septiembre, hizo balance. Nada de nada, si exceptuamos que en las rebajas de julio se compró en la misma tienda de enero unas bragas rosas, atrayentes y en espera.




                                               VI
   Tiene octubre algo de muerte y renacimiento, de amarillo en atardeceres suaves, en el sexo paciente y sin arrebato. Tiene octubre algo de refugio, de niña que vuelve, de Julia que piensa y ríe hasta vaciar de importancia las cosas.

   Fue octubre para Julia mes de mucha lectura. Novelas, poemas, revistas de cocina, proclamas por Internet. También música clásica y antiguas películas. Qué mejor cosa que vivir la experiencia ajena cuando se está en espera o muerte. Ver que nadie se preocupa por ella y no entristecer, sino disfrutar  de paz profunda y pasota. Ver que el mundo está bien hecho en su absurda deformidad.

   Pero a finales de octubre llegó una carta de Berta: “Perdona por el plantón que te di en marzo. Esta vez sí que estaré en Libertad 8 contando cuentos el siete de noviembre. Espero verte. Te quiere, Berta.”






 Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada




 Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada






                                                         VII               
                           
   Noviembre es el mes de los muertos. Es conveniente olvidar la calle, refugiarse gustosamente en los interiores públicos.

 Berta fumaba a la puerta de Libertad 8. Estaba como en el lejano  entonces: alta, fuerte, segura de vivir. Besarla supuso para Julia plantarse al instante en plena juventud; ser casi tan joven como el lejano entonces de amigas próximas.

   Fue molesto aguantar la historieta del cuentacuentos desdentado y con el chalequillo a rayas: una abuelita, un nieto travieso y preguntón, un burro que hablaba como Aristóteles; una cosa larga, pesada, inexistente. Por fin salió Berta. Su cuento iba de dos amigas que se reencuentran, que, a pesar de la apisonadora de la vida, siguen viviendo en ese mundo improbable en el que no existe el tiempo. Inmortalidad y amor. Pobre Julia. Se le saltaron las lágrimas. Deseó subir al pequeño escenario de Libertad 8 para abrazarse a Berta.

   Tras el fin de la sesión cuentacuentera, Berta agarró de la mano a Julia y le fue presentando a sus diversos amigos. Y, horror, entre ellos estaban el hombre rudo y suave, y su mujer: “Son Antonio y Lucía, unos amigos… Ella es Julia, mi mejor amiga de juventud”.



                                               VII y final

  Diciembre es un mes aún más triste que enero y, sobre todo, más peligroso. Las estadísticas cuentan que se incrementa el índice de accidentes de tráfico, de suicidios, de asesinatos, de locuras un poco antes y durante la Navidad.

   Hay demasiada luminaria en las calles, gorritos de Papá Noel, música a todo trapo de villancicos que nadie ya cantará. Los contribuyentes quieren asistir a cenas y fracasos con compañeros laborales, con amistades imprecisas,  con familia en reuniones peligrosas. Y todo porque así lo ordena el calendario, porque en Navidad no existe el libre albedrío, porque Julia está harta de ser la Julia de siempre y cuando llega a casa se prueba todas las tardes las bragas rosas que se compró en las rebajas de julio.

   Y sucedió el 28 de diciembre, aunque no fue precisamente una broma. Carta de Berta en el buzón: “Te invito a la Fiesta de Nochevieja en mi casa. Lleva algo de beber si quieres”. Inmediatamente, Julia preparó las bragas rosa.

   Qué casa tan grande y bonita tenía Berta. Una terraza-invernadero desde la que contemplar el parque de El Retiro. Cava del bueno. Drogas elegantes. Asistentes distinguidos. Música para bailar con desenfreno y olvido. Era como en las películas lujosas, en las que pecar y perderse es una obligación placentera.

   Allí estaban el hombre rudo y suave, y su mujer, que buscaron a Julia aprovechando su borrachera. Se dejó hacer. Bailó con los dos. Y en el momento más caliente dijo: “No. Año Nuevo, pecados nuevos”.

   Salió hasta la terraza-invernadero. En el horizonte iluminado y ruidoso, se vio así misma niña que desea que el final feliz del cuento se cumpla punto por punto, sabiendo que la realidad material y la ficticia está separadas por un muro impenetrable.

   Imaginar era suficiente, mientras la gente se iba despidiendo y el amanecer esperaba para un chocolate con churros. Entonces, sucedió. Había un túnel en el muro; no era impenetrable.

    El cuarto de Berta, elegante y amplio; la cama, más. Un auténtico placer estar tendida, sentir la respiración de su amiga en el cuello y oírla decir: “Me gustan tus bragas. Tienen un rosa precioso”.

   Indudablemente es una tontería decir que el tiempo no regresa y que enero es un mes triste.

                                             Feliz año.





Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada





Grabado anónimo, finales del siglo XIX

Rafa Montesinos: FotoPiedra emulsionada

2 comentarios:

  1. En Navidad, dices bien, no existe el libre albedrío. En realidad no existe casi nunca. Por eso, de vez en cuando, conviene inventárnoslo. Inventar, de crear de la nada...y también de inventario. No está mal hacer inventario de vez en cuando de esos momentos mágicos en los que hemos sido el albedrío libre y mismamente y hemos recreado en nuestro cuerpo, en nuestra mente ( son lo mismo)...una idea y la hemos hecho experiencia, vivencia. Yo, a estas alturas, no se lo que he vivido o lo que me he inventado, y eso si que es una auténtica liberación, Rafa, porque el resultado te lo fabricas a voluntad. Todas estas digresiones, total, para decirte lo que te digo siempre: que bien escribes tío, que bien escribes. Y bueno, recuerdos a Julia. Seguro que aquél día estábamos también tú y yo en Libertad 8 hablando ( o escuchando otras cosas) y ni nos dimos cuenta que se había puesto las bragas rosa. Claro, es que la ropa interior no se suele ver...hasta que se elimina la ropa exterior. O sea, en los lugares públicos, pocas veces. Que el verano no te deshidrate la mente. Un abrazo.

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  2. Querido Emilio:

    Gracias como siempre por tus generosos y algo desmesurados elogios. El verano no me deshidrata, por ahora, la mente.

    Pronto recibirás una invitación para Metolcuatro y sus actividades de la próxima IV Temporada, en la que cuento con tu presencia corporal y literaria. Un fuerte abrazo.

    Rafa Montesinos

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