domingo, 8 de mayo de 2011

Pornografía. Escritos viajeros (10). De la espiral del sueño y de las diversas realidades.



X
De la espiral del sueño
y
de las realidades que dan vueltas




Pintura de Astolfo Funes





   Viajar a través de las emociones siempre es peligroso, aunque del todo necesario. En la emoción, somos animales humanos.

    Una semana antes, estaba solo, tranquilo, en mi casa, instalado anodinamente en el refugio antiaéreo de la santa rutina. Pero la paz esconde el aburrimiento; el aburrimiento, la curiosidad; la curiosidad, la decisión indecisa, y decidí viajar para saber el qué y el porqué de la pornografía, cómo se había llegado a transformar instinto y necesidad en gran negocio y espectáculo. El algoritmo del Oráculo de Google se anunciaba como la fábrica de respuestas definitivas. Me embarqué y di en esta isla. ¿Absurdo? Seguramente, al igual que la realidad oficial, estúpida incongruencia que nos gusta llamar verdad.





Pintura de Catherine Abel






   Por tanto, cuando la mujer salida de un fresco me pidió que me sentara junto a ella, que me iba a explicar la verdad, me pareció tan real o irreal como mi trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde.

   -Tranquilo, Rogelio. No soy una seductora divinidad que desea tu cuerpo, energía y jugos. Depende de ti, no de mi tramposa seducción, como la falsa y degenerada Afrodita, o lo que queda de ella.

  -Entonces, ¿quién eres?

  -Dilo tú.

  -¿Una ninfa, una musa, una diosa?

   -Qué más quisiera. Soy un recuerdo pintado dentro de un sueño. Ahora mismo viajamos en un sueño.

   -Ahora sí que no entiendo nada.

   -¿Y por qué tienes que entender? Vives demasiado en tus preguntas, en tu temor. Existes en el miedo a la muerte, al sinsentido. Buscas el placer, la alegría de estar vivo, pero no das el paso definitivo.

   -Ponte en mi caso, llego a esta isla y no dejan de suceder locuras. Yo creía que el sexo y la pornografía eran más simples.

   -Nunca lo fueron, porque los mortales las retorcéis y después pedís sencillez. Escucha, me manda El Cabrero, tu amigo. Ahora mismo estamos en la espiral del sueño, flotando en un sueño de un sueño de un sueño… Pero el maremoto es una realidad física; ya lo comprenderás. ¿Conservas el ceñidor mágico de la supuesta Afrodita?

    Mi bolsa de viaje estaba en la habitación y dentro el supuesto ceñidor mágico, mi portátil y los enseres de un turista de ligero equipaje.

   -Me llamo Instantánea… Se me ha apagado el cigarrillo; ¿me das fuego?

   Obedecí sin rechistar. ¿Dónde se encontraba Milton? Allí estaba su escaso equipaje. Aquella mujer ensoñada me adivinaba el pensamiento.

   -Tu amigo está bien, en otro sueño de otro sueño y tú debes descansar. Te espera un largo viaje.






 FotoPiedra de Rafa Montesinos






   Para ser un sueño, ella era plenamente carnal. Suave y cálida piel. Melena corta y sedosa. Manos de largos dedos tranquilos, pero si pausa para la caricia sobre mi espalda. Música en la voz. Piernas y senos exactos, sin grandilocuencias ni tallas extras. Tirando a regordeta de duras carnes, de dulces besos, de lengua que hablaba en mi lengua, de boca en mi vientre, de gracioso conejito de la suerte. Qué suerte. Qué abandono. Qué rotación. Qué sueño. ¿Gozar o dormir?

    Descendí despacio y tiernamente a través un túnel de almohadas. Al fondo había una especie de máquina tragaperras. Introduje una moneda. Del fondo de un vientre de cisne, surgió Instantánea, que me regaló un beso que decía:

   -Nosotros ya no somos los mitos de vuestras canciones, epopeyas, arte y deseos. Vosotros ya no sois hombres y mujeres alegres o tristes en un hecho vivido. Sólo sois, como los dioses y diosas caídos: ilusión, angustia, deseo y próximo pasaje de la muerte.
   Entonces la luz se hizo relámpago intermitente y me convertí en un hombre muy pequeñito que no habitaba casas sino úteros. Las mujeres de un mundo de mujeres se disputaban mi presencia para que me instalara en su interior, pues era el ser perfecto: hijo y amante a la vez, parto y cópula, dolor y placer, principio y fin. Viví por los siglos en cientos de mujeres, siendo a la vez yo y mi propia descendencia.

   Pero toda perfección esconde su miedo, su terror perfecto, pues temía crecer y reventar a las mujeres por dentro. Y de esta incertidumbre nació mi asfixia. No podía respirar y comencé a crecer. Del exterior me llegaban las voces y gritos de mi descendencia:

   -Nosotros no somos él. No es nuestro padre-hijo, es un asesino. Cesárea, cesárea.

   El cirujano lo hizo rápido. Por fin estaba fuera y podía respirar. Pero yo era un ser repugnante, de afiladas garras y hocico, de nauseabundo olor. El cirujano preguntó a la madre-amante:

   -¿Qué hacemos con él, señora?

   -Échelo al fuego.

   En la llamas ardí en dolor de tortura rabiosa hasta que empezó a llover.





 Cerámica griega antigua






   Me desperté empalmado y húmedo. Estaba tendido en el suelo del cuarto de aseo, junto a la bañera. Arriba los seres que vivían en las pinturas al fresco me decían: “Bien, bien; te has salvado por poco… Ya sabes algo de Infierno, de tu infierno.”

   Me levanté y me vestí precipitadamente. En la habitación no había nadie; en el hotel, tampoco. Oí unos pasos. Me di la vuelta y vislumbré una sombra fugaz. Comencé a perseguirla hasta dar alcance a un hombre vestido de etiqueta. Parecía un camarero más que un señor de gala, y no tenía zapatos sino pezuñas negras de jamón ibérico.

   -Oiga, por favor, ¿podrían decirme dónde está todo el mundo?

   -Espere un momento; ahora le atiendo. Tengo mucho trabajo.

   Y como sombra que era, se esfumó. Salí del hotel y me interné por la galería alumbrándome con un mechero. Pero la llama se hizo pequeña, pequeñita y se extinguió.

   Tenía que encontrar otro mechero, una vela, una linterna. Regresé, al palpo y a tropezones, hasta la puerta de aquel angustioso hotel subterráneo. La espléndida iluminación se había vuelto oscuridad total. El suelo empezó a temblar y me fui hundiendo.





 Cerámica griega antigua







   Cuando desperté, de nuevo empalmadísimo, oí una voz de mujer que sollozante decía:

   -Esto no tiene remedio; nos queda muy poco tiempo. Vamos a morir todos.

                                                (CONTINUARÁ)  






Dibujo de Salvador Dalí


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3 comentarios:

  1. "...estúpida incongruencia que nos gusta llamar verdad..."

    Eso, para empezar. Después, ni te cuento.
    Cambiamos el "vamos que nos vamos"...por el que no nos podemos ir ( en el sentido literal de la palabra, claro ).

    Ya sabes. A trancas y barrancas y con alas y puentes, aquí estamos. No nos moverán.

    Mientras sigamos vivos. Que esperemos sea un ratito todavía.

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  2. Como siempre, gracias Emilio por tus ajustados y literaturescos comentarios. Un gran abrazo.

    Rafa Montesinos

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  3. bueno antigua pornographia : http://drawingwithmyfrienddick.blogspot.fr/2016/12/pastiche-scene-inspiree-dune-mosaique.html

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