Fotógrafos
de Ahora
Antonio Alay
o
Del barro, el rock and roll
y la defensa
de propia obra
Conocí
en persona a Antonio Alay hace pocas semanas. Nos había convocado el
foto-tabernero Miguel Pérez Pardo para ser miembros del jurado del II Premio de
Fotografía de Tapas y Fotos, jurando del
que también formaban parte Luis Baylón y Pierre-Yves Marzin.
Antonio Alay me pareció persona abierta y de objetivo mental-visual tranquilo
pero alerta. De cara amable, mira o enfoca con querencia al tres cuartos,
esboza una casi sonrisa, tiene opiniones de optimista pesimista o viceversa o
vaya usted a saber cuál es el orden.
Antonio Alay es fiel a ser rockero cuero negro, a llevar como ramo
floral su casco motero de hormiga atómica, bien hermosa ella, pues Antonio es
tirando a grandecito.
Hace
unas semanas, cuando le conocí personalmente, salió a la calle a charlar -porque charlar le gusta un rato-, a fumarse
un cigarrillo y, de paso, a echarle un ojo a la moto. Se quejaba de la
desordenada montonera de pelo que le crecía en la parte superior del cráneo y
que, por eso, se había encasquetado una gorrilla con visera; vamos, para
disimular, pues Antonio es de natural estético presumido de su empaque, que
todo es una foto, empezando por la imagen del propio fotógrafo.
Total, que me pareció un buen tipo, presto al
intercambio de ideas, fotográficas y de las otras. Un buen tipo, incluso después
de haberle publicado ayer mismo un primer artículo, del que no quedó nada
conforme, y que ahora cambio por éste, que sólo tiene siete fotos, entregadas
por el propio autor, no veintisiete fotobirrias como en el anterior artículo,
sacadas de la cloaca de Internet, de desigual calidad y sin indicación de
autoría. Qué razón tienes, Antonio.
Sin embargo, agregaré dos de bonus; es decir,
unas fotos sin importancia que le calcé el pasado jueves cabalgando moto
propia, junto al fotógrafo y amigo suyo Jorge Ontalba. (Véase al final de este
artículo).
De Antonio Alay recordaba aquella serie de retratos femeninos, al barro
y de cintura para arriba, que aparecieron publicados en la revista Foto en abril de 1994. Casi dos décadas;
toma ya. En nuestra conversación a las puertas de Tapas y Fotos, le recordé aquel trabajo suyo de juventud, que me
pareció y me parece bastante interesante y con un adecuado toque de fetichismo,
no sólo por el barro y la técnica fotográfica, sino porque aquellas fotos
respiraban, olían, abultaban, eran más que visuales. Y la modelo, también.
En
apariencia, aquel Aley no guarda semejanza con el de nuestros días.
Actualmente, estilizado, colorista a veces, vintagero depurado, señorito rock
and roll. Qué va, es otro y es el mismo, pues le gusta a rabiar vivir el blanco
y negro detrás de la Rolleiflex o Hasselblad. Que digo señorito; no, no. Señor
fotógrafo, como antiguamente.
Aquellas
fotos publicadas en el 94 poseían un encuadre sin aire, agobiante, una estética
que por entonces se permitía la fotografía de moda. Es decir, que Antonio no se
cortaba un pelo en cortarle parte del cráneo a la modelo, fotográficamente
hablando. La verdad es que hoy el común de la foto de moda está de lo más
aburrido, por reiterativo, por posado y reposado, y por dar imágenes de seres
más tiesos que momia o sarcófago de ella.
Antonio Alay siempre ha estado muy preocupado por la iluminación,
cuestión que en estudio domina con gallarda profesionalidad. Últimamente, no se
le ve muy propenso al claroscuro. Pero tranquilos, que en cualquier momento nos
sorprende y nos regala, incluso, fotos a lo Caravaggio.
El retrato de estudio que practica Antonio, en color o en blanco y negro,
según muestra su blog, sigue siendo de la misma índole, pero sin barro, sin el
fetichismo explícito de hace dos décadas, pero con fetichismo contenido,
perversamente pudoroso. Véase:
Lo demás, igualito que el 94. Mirada
profunda de él o ella. Fondo de tela, de pared gris o de acolchonado
súper-sofá, todos ellos en diferentes saturaciones. Corte en busto como busto
de bronce sobre columna de piedra, aunque en sus actuales retratos ya no se
permita el lujo de cortar el cráneo, como antaño.
Pero en color, la imagen se vuelve más libre,
más cálida, móvil, hasta documentalista con algo de foto-gamberra, pero sin
pasarse, que Antonio es caballero-fotógrafo de moto rugidora, que no
atronadora.
Autorretrato
Si
bien a Antonio Alay se le ha considerado fotógrafo de estudio, hay en su página
web una clara tendencia a lo íntimo, al documento, a la foto que nos encuentra
a la vuelta de la esquina:
Si queréis saber más de su obra, opiniones e ilusiones, es del todo
recomendable, repito, también visitar:
¿Qué más voy a contarles que no cuenten las fotos de Antonio Alay?
Culturalmente, es un rockanrolero . Humanamente, un curioso preparado para el
disparo fotográfico.
Ahora está a la espera de un libro, pues a
Antonio le gustan mucho los libros y escribir en los libros. Pero esta es otra
cuestión. Disfruten de sus fotos, viajarán al pasado con aroma del presente.
Y
las dos fotos de bonus, acometidas por el que esto escribe, en las que se ve a Antonio Alay aparcando convenientemente su moto
bajo la mirada atenta de Jorge Ontalba, colega fotográfico y amigo. 4 de abril
de 2013.
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